Cómo podia hacerle saber
que le quemaba el pecho?
Que posar sus ojos
sobre su vacía mirada
le provocaba zumbidos.
El mareo
de quien se sube por primera vez a un barco
que se pierde en altamar.
Dueña de un gesto adusto,
casi sin expresión.
Se reía de manera sarcástica
ante lo obvio
porque ella
estaba más allá.
Comprendía
que la inteligencia
no era una cualidad universal
y que había ocasiones
en las que no quedaba más remedio
que asentir
con una sonrisa silenciosa
frente a cierta estupidez.
Al mismo tiempo
repetía
las palabras sin sentido
de quienes no lograban que la suma
de el resultado esperado.
Y podía seguir
por horas
las conversaciones más inútiles
con tal de ver
cómo su interlocutor llegaba a buen puerto
y finalmente
se daba cuenta
de que lo que habia comenzado como una gran idea,
no era más
que el producto de su célebre
“es que a veces
la gente
no usa mucho la cabeza”.
Era maravilloso verla en acción.
Yo esperaba
con expectante silencio
ese momento.
Cada domingo.
Admiraba su manera de cazar.
Cómo advertía su presa
se agazapaba paciente
a la espera
de que se acercara
para por fin
comenzar el ataque
y poner sus afiladas garras
a trabajar.