No se trata de apuntar más alto,
sino de apuntar mejor.
No es él o ella,
ni son ellos
quienes definen el éxito
o fracaso
de nuestros objetivos y metas.
No soy yo
creyéndome inferior
por no alcanzar eso que debo.
Soy yo
quien tiene que marcar mi llegada,
entender mi ritmo
y marcar mi paso.
Es la tortuga
venciendo
a la liebre.
No es el adonis pasajero
mi designio final.
Ni esa persona de siempre
mi propósito vital.
No es apuntar más alto.
Es apuntar mejor.
Es entender
que los “debo”
y los “tengo que”
son construcciones mandatorias.
Preceptos inculcados.
Ilusiones arqueológicas.
Oasis imaginarios.
Salir de la caverna,
entenderme
a mí
y así,
entender el mundo.